Según la psicóloga, es parte del proceso, pero siento que llevo mil años en el proceso.
Al menos mañana termino Kine, y es un cacho menos.
Pastillas y pastillas,
nada parece ser tan doloroso,
ni tan real.
A veces siento que floto sobre nubes,
y las voces de mi cabeza parecen silenciarse.
En la oscuridad de la noche
se me olvidan los sermones,
la culpabilidad se aleja y sale a pasear.
El taciturno frío nocturno
me da horas de complicidad.
La soledad parece ser un premio
ahora que todos duermen,
y la privacidad, un privilegio
que de a poco vuelvo a ganar.
De vez en cuando tu recuerdo viene a visitarme,
se sienta a los pies de la cama y no dice nada.
Está ahí, sin hacer ruido,
y solo se ve si entrecierro los ojos.
No puedo perder tiempo en hablarle:
no es momento de levantar muertos.
Ya he navegado muy lejos para buscarte,
y he perdonado a todos mis fantasmas.
El dolor constante terminó siendo mi amigo,
las lágrimas que no cesan, una marca personal.
Mi cumpleaños pasó saltando frente a mí,
llamando mi atención
y recordándome que sí,
estoy viva…
y pude no haber cumplido más años.